Masacre en Pariamarca

Se cuenta que con motivo de la festividad en honor a la Virgen de la Cueva Santa realizada en el mes de octubre, y aproximadamente en el año 1950 ó 1955 se solicito permiso o licencia a la subprefectura, quien en esta ocasión y por muchas razones se negó a recibir y dialogar con los realizadores de esta festividad.
Viendo la negativa de brindar los permisos respectivos, las autoridades comunales y comuneros se reunieron para contemplar la situación y dejar constancia que había abuso y arbitrariedad por parte del subprefecto, por lo que decidieron realizar la corrida de toros. Al llegar la tarde el pueblo entero se reunió para realizar y observar la corrida de toros, en esos momentos llega el subprefecto quien recibió las pifias de la comunidad entera; al terminar la corrida el subprefecto amenazo con aprender a los organizadores y todo aquel que lo había pifiado, pero el publico amenazaba agredirlo por lo que decidió no actuar en ese momento.

Al día siguiente el subprefecto ordeno la comparecencia de los mayordomos y organizadores de la festividad, quienes por temor no acataron la orden. Viendo este desacato y afrenta, el subprefecto tomo venganza solicitando un piquete de gendarmes a la capital de Lima; manifestando a sus superiores que la comunidad de Pariamarca se había levantado en contra del gobierno.
Una vez llegado el refuerzo, este se dirigió a Pariamarca, ordenando rodearla completamente; luego prepotentemente detuvo a muchos pariamarquinos, este hecho propicio la quejas de los pobladores en especial de las valientes mujeres, niños y ancianos, quienes anduvieron siguiendo al subprefecto en su recorrido por las calles pariamarquinas.

Se cuenta que la gran parte de pobladores estaba reunido en el lugar de la pila, ya que la mayoría de los gendarmes estaban parapetados en el lugar de canchon, donde se dirigía el subprefecto, cuando de pronto le salieron al frente dos valerosas mujeres que lo perseguían insistentemente para que se les explicase los motivos del encarcelamiento de los pobladores. De repente uno de los gendarmes en afán de retirar a una de las mujeres, la empuja pero esta saco tanta fuerza que empujo al gendarme, rodando ambos por la pendiente. Este hecho fue fundamento para que el subprefecto ordenase el ataque de abrir fuego contra la indefensa masa de mujeres, niños y ancianos, muriendo y dejando muchos heridos en el lugar de la pila. Luego de esta barbarie cometida por el subprefecto y sin ningún remordimiento ordena la retirada de sus gendarmes, quedando este caso impune ante todas las comunidades campesinas de Canta.

Pasado los años de este acontecimiento tan triste y doloroso para la comunidad de Pariamarca, los pobladores para honrar a sus mártires levanto una pequeña cruz de hierro forjado; la que se encuentra hasta la fecha en el lugar de la pila, y año a año la “Santísima Virgen Maria de la Cueva Santa” se dirige al lugar de la pila a derramar sus bendiciones a todos sus mártires que lucharon por defender sus derechos y tradiciones costumbristas.